“Cada estatua es un Golem”. Jorge Luis Borges
Foto: San Antonio Express News |
El martes 7 de marzo, entre las 4 y las 6 de la mañana, una estatua en bronce fundido de tan sólo 1,30 m de alto fue instalada en pleno distrito financiero de Nueva York. La escultura, realizada por la artista Kristen Visbal, nos muestra a una niña muy pequeña que enfrenta, con gesto desafiante, a la escultura del famoso toro de Arturo Di Modica y que desde su emplazamiento en 1989 es considerada un símbolo del capitalismo. El Día Internacional de la Mujer amaneció en 2017 con una obra de arte pensada especialmente para enviar un potente mensaje a la comunidad, con el respaldo de una marca del mundo financiero.
Tres décadas
antes, en lo que fue pensado como una acción puntual de marketing de guerrilla,
Di Modica instaló su escultura –también en plena madrugada, con la ayuda de un
grupo de amigos y personal de la fundición en la que se consolidó el enorme
toro de bronce- en otro sector cercano a su actual ubicación, sin previo aviso
ni permiso de las autoridades, bajo un árbol de Navidad, como un regalo a los
habitantes de Nueva York. Durante los días subsiguientes, el artista se dedicó
a repartir folletos sobre su producción artística, al lado de su escultura, con
el fin de promocionarse. El toro generó tal interés que la ciudad decidió al
poco tiempo situarla en su actual ubicación y es hoy una gran atracción
turística del sur de Manhattan.
La
instalación de la escultura de la “Fearless Girl” de Visbal fue parte de una
acción pensada por la Agencia McCann New York para su cliente State Street
Global Advisors (SSGA), uno de los fondos de inversión más grandes del mundo
financiero. La empresa, con sede en la ciudad de Boston, estimula la diversidad
de pensamiento y de géneros en las empresas, respaldando en particular una
mayor participación de mujeres en puestos de liderazgo. La ubicación
estratégica de una niña enfrentando a un toro, también considerado un símbolo
de la virilidad, fue pensada como una forma clara y directa para transmitir ese
mensaje, justamente en el Día Internacional de la Mujer.
A una
relativamente corta distancia de allí, en Ellis Island, se encuentra la estatua
de otra mujer, tal vez una de las más identificables en todo el mundo: la
Estatua de la Libertad. Propuesta por Francia a Estados Unidos como un proyecto
conjunto en homenaje al centenario de la declaración de la independencia
norteamericana en 1865, en 1876 el gobierno francés convocó a Frederic Auguste
Bartholdi para diseñar la escultura, y se acordó que el gobierno norteamericano
se haría cargo de la construcción del pedestal. Sin embargo, el dinero aportado
por el estado francés resultaba insuficiente y Bartholdi (arquitecto,
escultor, emprendedor, y sobre todo, visionario), organizó una exitosa gran
campaña de recaudación de fondos.
Foto:
Charles Marville, "Exposition publique de la tete de la Statue de la Liberté", 1818, cortesía Musée Bartholdi
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Entre las
acciones pensadas e implementadas por Bartholdi, se organizó un tour por
diversas ciudades francesas exhibiendo partes de la escultura gigante (su
cabeza y la mano que lleva la antorcha); se comunicó en forma intensiva la
convocatoria y participación en el diseño y construcción de la estructura
interna de quienes eran en ese momento verdaderos celebrities
internacionales de la arquitectura (Eugene Violette Le Duc) y de la ingeniería
(Gustave Eiffel, responsable por la torre que lleva su nombre en Paris);
se ofrecieron visitas especiales a artistas y otros famosos que luego
hacían declaraciones ante la prensa, maravillados por las piezas del gigante en
construcción. También se organizó una campaña de donaciones públicas a ambos
lados del océano; y la poeta Emma Lazarus escribió su ahora famoso soneto “El
nuevo coloso” para una subasta literaria. Hubo hasta merchandising personalizado:
El visitante posaba en una plataforma especialmente montada frente a la mano
con la antorcha y se llevaba su fotografía para rememorar a futuro ese gran
momento. Y cuando las obras de la construcción ya avanzaban los curiosos podían
participar de lo que hoy llamaríamos una experiencia de inmersión total,
recorriendo el interior de la estatua.
El plan de
Bartholdi incluyó una amplia gama de herramientas específicas de recaudación de
fondos inscriptas en lo que podría, en perspectiva, considerarse un plan de
marketing cultural: Una obra de arte de un artista reconocido, pensada específicamente
como un vehículo de comunicación para difundir los valores compartidos y la
grandeza de las dos naciones patrocinantes (marcas país?), Francia y
Estados Unidos; y para fomentar en el público el interés por conocer la
historia y visitar el punto de ingreso de las innumerables oleadas de
inmigrantes que cruzaron el Atlántico para buscar un futuro mejor lejos de su
tierra natal.
La visita a
la Estatua de la Libertad es un hito obligado en un primer viaje turístico a la
ciudad de Nueva York, retrotrayendo a los visitantes a tiempos difíciles, en
los que la ilusión de una América llena de posibilidades era suficiente para
emprender un viaje que hoy, inmersos en tecnologías que hacen desaparecer las
distancias, nos puede parecer una locura. Y la Fearless Girl, inmediatamente
transformada en atracción turística, nos recuerda que todavía queda mucho por
hacer para que las mujeres logren igualdad de derechos, mucho más allá del
ámbito laboral.
Estas dos
estatuas, pensadas y corporizadas en diferentes momentos históricos –un mundo
en plena segunda revolución industrial, y una actualidad que no deja de deparar
sorpresas de toda índole, día tras día- difieren en un principio, por su
contraste extremo de escala. Sin embargo, es posible encontrar conexiones entre
ambas. Aunque una sea una figura imaginaria como representación simbólica de la
libertad y la otra haya sido basada en la hija de una amiga de la artista,
encontramos a dos creadores (el primero, reconocido; la segunda seguramente
verá su carrera expandirse dada la enorme exposición que ha recibido) que
produjeron obras artísticas de calidad indiscutida, al servicio de dos países y
de una empresa que se propusieron generar interés en la sociedad por una
temática en particular.
Francia y
Estados Unidos han logrado su objetivo conjunto, y a pesar de altibajos en sus
relaciones políticas a lo largo de los últimos 150 años, siguen manteniendo que
las unen los mismos valores de fraternidad y tolerancia que festejaron con la
inauguración de la Estatua de la Libertad. Según estadísticas oficiales, más de
4 millones y medio de turistas la visitaron en 2016. A su vez, SSGA ha elevado
su perfil, al trascender con esta acción, la comunidad de negocios, transformándose
en una marca cotidiana en defensa del rol de la mujer en el ámbito laboral. Las
centenas de niñas que ya se han fotografiado al lado de la Fearless Girl
en menos de una semana así nos lo prueban. Como indicadores de su éxito,
Ron O’Hanley, CEO de SSGA, recientemente declaró que “dentro de un año nos
gustaría ver un cambio importante en el diálogo con empresas con baja o nula
diversidad de géneros. Y dentro de dos años, nos gustaría ver cambios concretos
en los números”.
Al contrario
del Golem de los cuentos folklóricos y antiguas leyendas, estatua-criatura
nacida mágicamente de la arcilla para servir a su creador pero que
eventualmente se subleva, la Estatua de la Libertad y la niña que enfrenta al
toro de Wall Street nos recuerdan que el arte que puebla nuestras ciudades es
una herramienta poderosísima por su capacidad para acercar a todos un gran
mensaje.