martes, 23 de septiembre de 2025

Memento Mori en tiempos de marketing post mortem.

 

Damien Hirst, enfant terrible del arte contemporáneo, anunció que tras su muerte se pondrán a la venta 200 cuadernos con obras inéditas, uno por año, certificados por sus descendientes. Un gesto que, más allá del escándalo o la genialidad, nos obliga a repensar el vínculo entre arte, memoria y mercado. ¿Estamos ante una sofisticada operación comercial que convierte la muerte en calendario y la memoria en mercancía? 

 

El concepto de memento mori —“recuerda que morirás”— atraviesa la historia del arte como recordatorio de la fugacidad de la vida. Pero en manos de Hirst, se transforma en estrategia: la muerte no como final, sino como dispositivo narrativo. Cada año, una obra, y la ausencia se convierte en presencia ritualizada. Hirst nos recuerda que el arte puede sobrevivir al artista, pero también que el mercado sabe cómo coreografiar esa supervivencia. 
 
En este cruce entre filosofía, estrategia y provocación, el memento mori se convierte en una herramienta de permanencia.