En un año marcado por el cierre de actividades
culturales en todo el mundo, el mundo de las artes ha desplegado una gran
creatividad que lo ha catapultado al mundo digital como nunca antes se viera.
Con el objetivo de mantener relevancia en mentes y corazones de sus audiencias,
y de ganar nuevos públicos, los espacios culturales, muchísimas veces
acompañados de sus aliados comerciales,
han mostrado su relevancia en estos meses, brindando entretenimiento,
consuelo, educación, y escape a un mundo sin viruses letales.
Nota especial para Consultores Asociados. También puede leerse aquí.
Hace un año exactamente escribí una nota haciendo
referencia a ese cisne negro que le aterrizó encima al mundo entero, sin aviso
previo (la pueden leer acá).
A lo largo de estos meses, muchas cosas han sucedido, desde las más terribles
(la muerte de cientos de miles de personas), hasta las más esperanzadoras (el
veloz desarrollo de vacunas y el lento regreso a una casi normalidad).
La humanidad, como nunca antes, se vio encerrada y
compartiendo la misma angustia e incertidumbre: a pesar de las diferencias
culturales, todo el planeta vivió los mismos sentimientos. Algunos más y otros menos, aprendimos a sobrellevar
nuestros temores en nuestros hogares, y sobre todo, a adaptarnos a una nueva
forma de vida, en la que la búsqueda y
el mantenimiento de la autenticidad fue una parte muy importante.
En ese sentido, el mundo de las artes ha sido uno de
los campos de la actividad humana más golpeados, porque una enorme parte de su
valor es justamente la experiencia próxima e inmediata que le da al consumidor
el disfrute de un cuadro en una galería de arte o de una obra de teatro sobre
un escenario. Y en estos meses tan largos, nada de eso fue posible tal como lo
conocíamos.
Sin embargo, el mundo cultural han sabido estar a la altura de las
circunstancias y ha aprendido a desarrollar nuevas experiencias, a buscar y
proponer nuevas maneras de conectarse con sus públicos y consumidores, a
compartir sus historias, a explorar nuevos caminos comunes con ellos, logrando
algunos éxitos impensados antes del Covid19.
En esta reinvención de organizaciones culturales, desde las más
pequeñas, ignotas e independientes, a las más grandes, posicionadas y
tradicionales, la tecnología cumplió un rol vital, pero la autenticidad también
fue un factor relevante. Porque para que nos inspiremos, nos emocionemos, y nos
entretengamos, ese producto artístico que estamos disfrutando debe llegarnos al
corazón de forma genuina y real.
Y ya que esa conexión con sus audiencias no podía perderse –o
quedarse encerrada- muy pronto el mundo
de las artes se dio cuenta del enorme potencial que tenía y de los beneficios
de transmitir la autenticidad de sus propuestas en este mundo nuevo. Y es así
como se abrieron puertas inesperadas que conectaron al arte y la cultura a sus
consumidores, a través de campañas y acciones de marketing cultural, algunas
realmente novedosas.
Aquí apenas algunos ejemplos de lo que se hizo alrededor del
mundo, en este sentido, incluido nuestro país.
Campañas de concientización sobre el Covid realizadas por gobiernos
apelando a artistas y/o obras de arte
reconocidas. Artistas que diseñaron
colecciones de tapabocas a beneficio de sus comunidades, o como merchandising
para ayudar que los museos cerrados recaudaran fondos. Bailarines, músicos y
cantantes de todo el mundo nos abrieron las puertas de sus casas para
mostrarnos su intimidad familiar, y compartir su entrenamiento, sus ensayos y
también sus hobbies. Grandes teatros de ópera que desarrollaron con su staff
contenidos especiales para ser disfrutados por streaming o en un celular.
Campañas de restauración de espacios de valor histórico y patrimonial, a pesar
de las dificultades de realizar obras, apoyadas por grandes marcas comerciales.
Marcas de lujo que se conectaron con sus clientes colaborando esta vez en la
fabricación de insumos sanitarios absolutamente necesarios. Teatros que
desarrollaron lindísimas actividades dirigidas por figuras de renombre para
niños a través de sus redes sociales. O espectáculos de teatro y danza creados
específicamente para ser vistos por streaming, y en Instagram, Youtube y
Facebook, en muchos casos con el auspicio de partners comerciales.
Y la lista sigue… Concursos auspiciados por marcas para que el público
diseñara merchandising para museos. Desafíos de curadores abiertos a la
comunidad para encontrar y compartir las piezas más lindas, más feas, o más
exóticas de sus colecciones, o para reproducir en casa cuadros y esculturas
famosos. La incorporación de celebrities
no necesariamente conectadas con el campo cultural, para ser embajadores de
espacios artísticos tradicionales, atrayendo a los más jóvenes. El ingreso de vetustas instituciones
artísticas al mundo de TikTok. Y a la realidad aumentada y la realidad virtual
de la mano de empresas de tecnología, proponiendo juegos y experiencias
virtuales inéditas para consumidores de galerías, museos y teatros. Espacios
culturales vacíos transformados en escena de lanzamiento de colecciones de
moda, libres de público. Convocatorias al público para compartir recuerdos y
experiencias y tomar esas memorias como parte de nuevas creaciones artísticas
para la comunidad.
La producción y el disfrute
de actividades culturales nos definen como seres humanos, y nuestras propias
experiencias nos confirman que cada show que disfrutamos, cada nuevo ballet que
vemos, cada artista emergente que descubrimos, nos hace sumergirnos en una
experiencia que tanto puede fortalecernos como generarnos nuevas preguntas
sobre quienes somos. O sea, nos cambia, nos modifica, confirmando lo que
sabemos, o poniendo en evidencia aquello que desconocemos y hasta tememos sobre
nosotros mismos.
Hace pocas semanas Giorgio Armani declaró al anunciar el apoyo
corporativo de The Armani Group a la Scala de Milán, aportando fondos para la
construcción de una nueva sede, que en tiempos difíciles las artes suelen ser
relegadas a un segundo plano, porque a primera vista no parecieran ser necesarias y vitales. Y sin embargo los
son. Agregó que el teatro, la música, la danza, entre otras, son expresiones de
belleza pura y de las más elevadas cualidades humanas –la creatividad, el
ingenio, la imaginación, el compromiso- que estimulan el progreso y el
renacimiento.
Y nada de todo esto puede hacerse si no hay verdad y autenticidad.
Se suele decir que inmediatamente después de la epidemia de la Pesta Negra
europea, llegó el Renacimiento. Quién sabe, estamos empezando a ver las
primeras luces de un nuevo renacimiento, con consumidores, propuestas artísticas
y marcas comerciales cada día más asociadas en torno a proyectos sustentables y
auténticos. ¡Ojalá así sea!
IG: @lakulfas